sábado, 11 de septiembre de 2010

2.El nuevo♥

   No podía lograr ver nada. Un humo negro recorría mi visión. Agité mis brazos con todas mis fuerzas intentando que desapareciera. Pero un aire frío se lo llevó y dejó que se aclarara. Dos personas se reflejaban. Mis padres. Era imposible, mis padres estaban muertos, pero seguían ahí, cogidos de la mano, de pie, con una sonrisa.
   Una sonrisa dibujó mi rostro y mis brazos sintieron la necesidad de abrazarles. Mi padre seguía igual, su pelo negro brillante no cambiaba y sus ojos marrones seguían ahí. Había adelgazado un poco, pero seguía igual de robusto y fuerte. Mi madre seguía teniendo esa larga melena de color rubio con sus ojos azules intensos, que hipnotizaban.
Me hicieron una sonrisa corta. Me fui acercando a ellos con sigilo. Sus brazos estaban extendidos para recibirme. Hacía una eternidad que no les abrazaba, y ahora estaban ahí… Empecé a llorar mientras me acercaba más y más.
Pero de repente se fueron alejando en una nube de humo. Sí, se esfumaron. Mis lágrimas empezaron a caer sobre mis pómulos. Mis brazos vacíos buscaban calor. Fui tras la nube, pero era imposible, se habían esfumado. Desesperada, caí al suelo. Me acurruqué agarrándome las rodillas posando mi cara entre ellas. Mis sollozos iban aumentando, no me dejaban respirar. Sentí como el polvo llenaba todo mí alrededor de nuevo, hasta que no podía respirar y me volví débil, hasta el punto que dejé de sentir, mis ojos se cerraron y mi respiración dejó de funcionar.

   -Ring, ring. –sonó el despertador. Otra pesadilla. Llevaba tiempo soñando cosas así. Ya no podía más. Quería llorar, quería tumbarme en la cama y olvidarme de todo.
   Laura se movió de la cama y jadeó.
   -¿Qué hora es? –remugó. Miré el despertador.
   -Exactamente, las siete y un minuto.
   Sacudí la cabeza olvidando mi pesadilla. Me puse en pie y busqué mi uniforme. Laura dejó de remugar y se fue al baño. Yo ya me había vestido, así que cogí el peine y me miré al espejo. Esperé que Laura saliera del baño para poder entrar. Una vez dentro, me mojé el pelo y me lo peiné. Me costó quitar los enredos de mi larga melena rubia, pero una vez hecho, me hice una trenza dejándola caer por mi hombro derecho. Cogí el lápiz de ojos. Me pinté la raya y contemplé mis ojos azules.
   -Perfecto. –me dije en voz alta. Me sonreí y me dirigí hacia el cuarto. Laura estaba ahí. Perfecta, con su pelo largo marrón recogido en una coleta alta y sus ojos verdes pintados. Me miró y me sonrío. ¿Cómo? ¿Me había sonreído? Muy imposible en ella…
   -Celine, son las ocho menos veinte. Voy a ir bajando ya, ¿vienes? –preguntó haciendo un suspiro muy profundo. Vale, esa no era mi compañera de cuarto, pero, no tenía ganas de discutir, así que asentí con una sonrisa. Quizá estaba intentando que nos llevásemos bien, quien sabe. Cogí mi mochila y me arrimé a ella. Cerramos la puerta y la cerró con pestillo.
   Nos miramos, le sonreí inocentemente y me devolvió la sonrisa.


   Al llegar, nos dirigimos hacia el segundo piso. Me dirigí a la puerta ciento veintitrés, primero batxiller B. Y Laura se dirigió a la puerta ciento veinticinco, primero batxiller D.
Me senté en el banco y esperé a que llegase más gente… De repente, un niño pasó por delante de mí, no lo conocía. Tenía el pelo negro con los ojos azules intensos, un azul metálico. Era robusto y alto, con unos labios y una sonrisa preciosa. Era hermoso. Me lo quedé mirando, pero de repente, su mirada se encontró con la mía, sonrojada, la aparté tímidamente y miré al suelo. Pero él vino hacía mí, o hacía el banco.
   -Hola. –me dijo con una sonrisa. Le miré extrañada y le devolví la sonrisa.
   -Hola. –saludé incorporándome. – ¿Eres nuevo?
   Asintió con una sonrisa.
   -Sí, hoy es mi primer día de clase. Me han asignado en la clase de primero de batxiller B.
   Me quedé atónita, recordé el orden de lista de mi clase. Todos habían venido, excepto mi compañero de sitio, Lucas Dick.
   -¿Por casualidad no serás Lucas Dick?
   Me miró asombrado, como cuando un niño mira un mago.
   -Sí, ¿cómo lo sabes?
   -Porqué yo voy a primero de batxiller B y ayer todos vinieron, todos excepto mi compañero de sitio, tú.
   Sonrió felizmente. Bueno, el día se estaba empezando a mejorar, Laura me hablaba bien, tenía un compañero de sitio simpático, ahora solo faltaba que llegara Marc.
   -Pues me alegro que seas tú mi compañera. –dijo con una sonrisa.
   No pude evitar sonrojarme.
   -Gracias.
   -Una cosa, se me ha olvidado preguntarte como te llamas.
   Sonreí dulcemente.
   -Celine, Celine Anson.
   Nos estrechamos la mano con una sonrisa.
   Una avalancha de gente comenzó a pasar por el pasillo, pero logré ver a Marc por encima de todos.
   -Ahora vengo. –le dije a Lucas.
   Me dirigí hacia Marc, que al verme me sonrío y se acercó a mí y nos abrazamos, nuestro típico saludo. Lucas nos miraba desde el banco, bajó la cabeza.
   -¡Hola Maaaaarc! –dije con una alegría.
   -¡Hola! –dijo con una sonrisa. Me volvió a abrazar, le devolví el abrazo.
   Miré a Lucas, seguía tal cual, mirando el suelo. Cogí a Marc de la mano y lo dirigí hacia él.
   -Marc, éste es Lucas, mi compañero de sitio. ¿Te acuerdas que faltó ayer?
   Asintió serio.
   -Lucas, éste es Marc.
   Marc seguía mirándolo seriamente. Pero de repente una sonrisa recorrió su rostro y le dio la mano, Lucas se la estrechó sonriendo.
   -Encantado. –dijo Marc.
   -Igualmente. –dijo en un suspiro. Sonó el timbre. La profesora de guardia abrió la puerta. Me dirigí a mi mesa y me senté. Lucas me miró a través de la puerta, le levanté la mano y se sentó a mi lado.
   La profesora de naturales entró por la puerta. Que horror, esa profesora estaba amargada.
   -Buenos días chicos y chicas. –dijo alzando la voz.
   -Buenos días Srta. Rose. –dijimos a coro.
   -Bueno, ayer os expliqué el tema sobre la biodiversidad, así que abrid la página once y haced los ejercicios: uno, dos, tres y cuatro. Comenzad ya, poned la fecha. 13 de Septiembre del 2010

   Abrí el cuaderno, escribí la fecha y la página con los ejercicios. Lucas estaba escribiendo ya el enunciado el ejercicio número uno. Frunció el ceño y me miró.
   -Oye Celine, ¿te puedo hacer una pregunta? – me susurró para que nadie me oyera.
   Asentí.
   -Marc y tú sois…
   -Mejores amigos. –dije antes que dijera la palabra novios.
   Se asombró.
   -Yo creía que eráis…
   -Lo sé, mucha gente lo piensa, pero no es verdad… Solo que nos queremos mucho. –dije en una sonrisa.
   -Gracias por responder, era una duda que tenía. –dijo riéndose felizmente.
   -De nada.


   -Yo te quiero. –pronuncié delicadamente.
   -Ya lo sé Celine… Yo también te quiero, más que a mi vida, lo juro… Pero, hay algo que me impide unirme a ti… Necesito tiempo, te he hecho mucho daño. Recuérdalo…
   -¿Y? Mira… Yo te quiero, tú me quieres. ¿Por qué no podemos estar juntos? Te necesito a mi lado, siempre te he necesitado… y tú a mí también, ¿qué más da los demás?
   Se quedó en silencio.
   -Lo sé… Tendría que preocuparme en estar contigo y no perder el tiempo jugando a los soldaditos… Pero, Celine, entiéndeme… He sido un inmaduro y un gilipollas… Creo que mereces a alguien mejor.
   -No –pegué un sollozo. -. Yo solo te necesito a ti.

   -¡Celine! Sé que mis clases no son muy divertidas, pero es hora que dejes de soñar despierta y contestes mi pregunta. –exclamó Margaret, la profesora de matemáticas.
   Me quedé parada, no sabía que me había pasado. ¿Había soñado despierta? No entendía nada… Me sentía tan avergonzada, ¿qué me había pasado? ¿Aquello era un sueño?
   -Lo siento Margaret… No sé en que estaría pensando… ¿Me podría volver a explicar la pregunta?
   -Celine, siempre has sido una alumna estudiosa, por favor, no te despistes… Ocho elevado a tres… ¿es?
   Me quedé pensando. ¿Se creía que era una máquina o algo? A ver, si ocho por ocho era sesenta y cuatro… ¿Sesenta y cuatro por ocho era…?
   -Quinientos doce. –respondí sin miedo. Todos me miraron asombrados.
   -Muy bien Celine, espero que no te vuelvas a despistar. –me felicito.
   Sonreí dulcemente.
   -¿Cómo lo has sabido? –preguntó atónito Lucas.
   -Era fácil. –vacilé con una sonrisa. Se rió.

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